Tríptico del maestro de la Crucifixión, de estilo transicional, y cruz de bendición. Cultura Amhara, Etiopía, S. XVI. Piezas con peana.
Medidas tríptico: 17 x 26 cm (abierto, sin peana); medidas cruz: 34 cm de altura (sin peana).
Etiopía entró a formar parte de la comunidad cristiana en el mismo siglo que el Imperio Romano, entre el 325 y el 350 d. C.
Antes de la llegada del Islam, Etiopía constituía un rico imperio que acuñaba su propia moneda y controlaba el comercio en el Mar Rojo. Los comerciantes y monjes etíopes que peregrinaron a Jerusalén fueron los primeros en llevar a estas tierras manuscritos iluminados con imágenes cristianas. No obstante, hubo que esperar hasta el siglo XV para que la técnica de la pintura sobre tabla hiciera su aparición de la mano de un artista llegado de Venecia, el monje Nicolò Brancaleon. Su rápida difusión se debió a que el icono facilitaba al creyente un medio de comunicación más íntimo con la divinidad.
El presente icono está datado en la segunda mitad del siglo XVI, momento en que aparece el estilo denominado "de líneas paralelas" por la forma en que se pintan los ropajes, muy típica de este periodo.
La construcción de este icono sigue la pauta de los trípticos de Nicolò Brancaleon: las escenas narradas en las hojas laterales desarrollan el tema devocional pintado en el panel central. Así, el sacrificio redentor de Cristo es contemplado con angustia por María y San Juan, situados a ambos lados de la Cruz a la que también dirigen su mirada los doce apóstoles desde los paneles laterales. Tres ángeles recogen la sagrada sangre de Cristo en cálices, gesto que demuestra la significación eucarística de la Crucifixión. En el panel izquierdo se observa el tema de la Resurrección simbolizado por Cristo descendiendo al infierno para redimir a Adán y Eva.
Otro objeto litúrgico esencial de la época fue la cruz. La importancia de este símbolo queda de manifiesto al ser representado entre las manos de los apóstoles. Muy pocas cruces de hierro hechas entre 1530 y 1650 han perdurado debido a su limitada producción. Su diseño es testigo de la influencia de la llegada de los portugueses a Etiopía, sin abandonar la tradición secular.
Estas cruces acompañaban a los sacerdotes en su vida diaria. Siempre atadas a su manto, se las llevaban en sus constantes traslados a caballo y bendecían con ellas al creyente.
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